martes, 9 de noviembre de 2010

Capítulo 10 "Triángulo desastroso"

Marco estaba desesperado. Caminaba en círculos fuera del salón de piedra como padre primerizo fuera de la sala de partos. Todo iba tan bien entre él y Camilo. Salieron durante siglos a cazar juntos, ya casi no necesitaban hablar en la mayoría de los momentos, sólo con una mirada se comunicaban perfectamente. Se movían con una destreza excelente alrededor de sus presas, como dos pájaros en pleno cortejo. A veces Marco volvía a acercar sus labios al rostro de Camilo, pero Camilo se contenía y le decía que no quería que su amistad cambiara. Marco se sentía cada día mas parte de Camilo y podía sobrevivir solo con estar cerca de él. Pero eso estaba peligrando ahora. Marco se preguntaba por la verdadera razón de ese impulso de Camilo. Camilo no había vuelto a cometer ningún acto inesperado desde la noche en que Marco lo besó.
Si los vampiros tuvieran lágrimas de seguro Marco estaría llorando. Se sentó en una banqueta del pasillo y esperó. Por el pasillo venía caminando Antonio. Lo vio tan preocupado que se sentó junto a él y conversaron.
-¿Por qué traes esa cara amigo Marco?-Le preguntó Antonio.
-Camilo convirtió a alguien más.-Contestó Marco.
-¡Pero se supone que había aprendido la lección contigo!
-Yo tampoco lo comprendo.
-¡Ahora mismo entraré a ver que se le ocurrió traer esta vez! ¡Ya verá ese muchacho atrevido! ¡A mi casa y sin permiso!-Se levantó bruscamente de la silla y entró en el salón de piedra. Camilo estaba de espaldas alimentando a Gina de modo que desde la puerta no se podía ver el rostro de la nueva vampiresa.
-¡Se puede saber cómo se te ocurre hacerlo otra vez sin mi permiso! ¡No podemos seguir aumentando nuestro número, la gente comenzará a sospechar, habrá demasiado movimiento!-Decía Antonio mientras se aproximaba. Entonces Camilo se desplazó para mirarlo y fue entonces que Antonio vio el rostro de Gina. Se quedó un segundo sin palabras y luego dijo:
-Comprendo. No pudiste resistirlo nuevamente, yo tampoco lo hubiera hecho. Puede quedarse. Sólo que afuera hay alguien preocupado y no quiero disputas en mi casa.-Concluyó Antonio y luego se retiró echándole una mirada como compadeciendo a Marco.
Marco volvió al lado de Camilo, no quería dejarlo demasiado tiempo a solas.
Gina todavía no reaccionaba del todo, estaba muy débil.
-¡Pobre criatura!-Exclamaba Camilo.
-¿Por qué te compadeces de ese modo? No la conoces.-Le preguntaba Marco a Camilo.
-No, pero algo me dice que necesitaba otra oportunidad, algo en ella me atrajo de una manera muy extraña.
-¿Te atrajo?-Le preguntó cabizbajo Marco.
-¡No ahora por favor! No puedo explicarlo bien. Sentí una fuerza poderosa, un calor saliendo del cuerpo de esta mujer.
-Seguramente la adrenalina por el ataque.-Trataba de desmerecer Marco.
-Tú sabes que a la adrenalina la conocemos muy bien, esto es diferente. ¡Y su fuerza! La fuerza con que aunque apuñalada seguía destrozando a su atacante. Verás que no me equivoco, ella será muy valiosa aquí.
-A mí lo que me preocupa es lo valiosa que sea aquí.-Le dijo Marco posando su mano en el corazón de Camilo.
-Lo único que puedo decirte es que si en tanto tiempo no me animé a darte el lugar que reclamas es porque solo había sentido semejante impulso contigo, pero nunca estuve seguro de su significado. Y no quería que me arrebates el sueño de encontrar el amor por mi cuenta. Yo respeté tus impulsos porque sé que tus sentimientos son verdaderos, pero de los míos sigo dudando, y nunca quise herirte. Con ella igualmente fue distinto, tampoco puedo explicarlo, no haré nada con ella ni contigo hasta no estar totalmente seguro de lo que siento, te lo prometo, y serás la primera persona en saberlo.
-Pensé que simplemente te esperaría por años, pero no creí que después de todo lo que pasamos juntos aparecería alguien más. Si mi corazón latiera estaría estallando ahora mismo.-Dijo Marco.
-Lo sé, perdón.-Fue lo único que pudo decir Camilo.
Gina estaba comenzando a despertar cuando Camilo y Marco terminaban de hablar. Escuchó lo suficiente para saber que alguien la pretendía y alguien le tenía celos.
Miró a Camilo con ojos de conejo asustado y Camilo comenzó a tranquilizarla.
-¿Dónde estoy?-Preguntó Gina.
-A salvo.-Le contestó Camilo.
-Pero recuerdo que me apuñalaron.-Dijo mientras se revisaba las heridas que ya no tenía.
-Sí, y yo te he salvado de dejar de existir.
-¡Y quién te ha dado ese derecho! ¡Hubiera preferido morir! ¡Ya estoy cansada de vivir sin mis seres queridos!
-¡Perdón! Es que vi como te defendías que creí que querías vivir.-Se excusó Camilo.
-¡Que me defendiera una vez apuñalada no quiere decir que quería sobrevivir! ¡Sólo quería que esa porquería de persona, si se lo puede llamar persona, no se llevara mi vida sin unos buenos golpes a cambio, o la misma muerte si tenía suerte!
-En eso tuviste una mano, él ya no existe.
-Me alegro, se merecía eso y más. Desearía haberle podido hacer lo mismo a los asesinos de mis hijos y mi hermana. ¡Malnacidos!-Exclamó Gina.
-¡Hijos! ¡Tuviste hijos!-Exclamó Camilo asombrado.
-Sí, dos.
-¿Y marido, todavía vive?-Preguntó muy asustado Camilo.
-No, murió antes que ellos, estuvo muy enfermo. No sabes lo que es ver morir al ser amado. Crees que nada puede ser peor. Pero me equivoqué, los hijos se llevan tu alma con ellos. Ya nada nunca fue igual, he muerto en vida.
-Y ahora estás viva en tu muerte.-Le dijo Camilo.
-¡No! ¡Yo no puedo más! No quiero vivir, seguir sufriendo por siempre, no puedo.
-¡No ves que no quiere existir! ¡Acaba ya con su sufrimiento!-Exclamó Marco.
-¡Pero cómo puedes decir eso Marco! ¡Sólo el infierno la esperaría ahora! ¡Necesita ayuda!
-No sé si pueda ayudarla, no sé si quiera ayudarla. -Decía Marco a Camilo.
-¡Siguen creyendo que pueden decidir sobre mi vida o mi muerte! ¡Siguen creyendo que tienen ese derecho! ¡Si muero será por mi ley y ahora suéltenme!- Ordenó Gina.
-Te soltaremos. Pero si lo que quieres es decidir tu propia muerte no intentes escapar ni luchar hasta que no platiquemos contigo. Y por Marco no te preocupes, que si me conoce bien sabe que nunca podría perdonarlo si te hiciera daño. –Le dijo Camilo a Gina mirando fijamente a Marco.
-De acuerdo.-Dijo secamente Gina.
La soltaron y le contaron todo al respecto de los vampiros y de sus historias. Mientras le daban de beber.
Curiosamente Gina no se horrorizó para nada. Sólo escuchaba atentamente como quién escucha un relato de aventuras. Los miraba desafiante a los ojos mientras le explicaban las reglas.
También le contaron la historia de Antonio. Fue en la que más se interesó. Pensó que Antonio sabía exactamente lo que ella sentía y saber que él había sobrevivido después de todo, le dio un poco de esperanza. Y la venganza extrema de Antonio con sus enemigos le estaba comenzando a dar ideas, muchas ideas…

-De acuerdo, acepto el desafío no tengo absolutamente nada que perder y quizás hasta pueda purgar el odio que habita en mí. Ustedes mejor compórtense en mi presencia, ya saben que puedo defenderme.-Dijo seriamente Gina.
Camilo y Marco se rieron en complicidad y Gina apenas movió su boca hacia al costado haciendo una leve mueca insinuando una sonrisa. El poder de vampiro seguramente ya estaba recorriendo sus venas haciéndola sentir un poco más liviana y más fuerte.
 


martes, 2 de noviembre de 2010

Capítulo 9 "Los orígenes de Gina"

Gina vivía en un pueblo entre las montañas cerca de Benevento, Estaba felizmente casada y tenía dos hijos. Su vida era sencilla pero muy llena de amor. Les enseñaba a sus hijos a ordeñar las cabras, a amasar panecillos, a darle de comer a sus animales y a bailar al ritmo de la pandereta.
A su marido también le gustaba verla bailar, dando vueltas y aplaudiendo. El la amaba perdidamente .Se amaron desde el primer instante en que se vieron. Ella iba a la fuente a buscar agua y él estaba pescando a las orillas del arrollo.
Ella se sorprendió al encontrarlo allí y él se quitó el sombrero para reverenciarla.
Ambos eran aldeanos y humildes, pero nunca les faltó nada. A pesar de que por aquellos años, fines del siglo 19,  la gente raramente elegía a su pareja, ellos no tuvieron objeciones y fueron muy felices.
Ella se casó muy joven, él no lo era tanto. Tuvieron a sus hijos y los vieron juntos crecer por casi 10 años. Pero un día su amado Marcelo se enfermó y Gina no cabía en su tristeza.
La agonía de Marcelo fue rápida, pero no tanto para el sufrimiento que tuvo que pasar. Gina rezaba constantemente para que Dios tuviera la piedad de llevárselo con él, porque no soportaba ver su desmejoramiento.
A Gina la ayudaba su hermana María. Le cuidaba los niños mientras ella cuidaba a Marcelo.
Su hermana era igual de alegre que Gina y mayor, siempre la esperaba con los brazos abiertos en su casa para compartir sus vivencias.
 Gina muchas veces le preguntaba cosas porque María tenía una particularidad, era bruja.
 Nadie lo sabía excepto Gina. Puesto que en la familia cada algunas  generaciones aparecía alguien con algún poder solo explicable con lo que la gente llama magia o brujería.
 A María siempre le habían atraído los rituales antiguos y además le había pedido a su bisabuela que la adiestre en el poder de la adivinación y algunas otras prácticas. A Gina no le interesaba, en realidad le asustaba saber demasiado. Quería vivir su libre albedrío sin preocuparse demasiado por adivinarlo.
Benevento todavía hoy tiene historias de brujas dando vuelta de boca en boca.
María la había preparado a Gina para la muerte de Marcelo. Se lo adivinó arrojando unas semillas al fuego y las llamas danzaron como hablándole a María, y lo supo. Gina al principio se enojó un poco con María por decirle semejante crueldad, pero sabía que su hermana solo quería prepararla para que no la tomara por sorpresa.
María era buena, pero la gente del pueblo después de cansarse de pedirle adivinaciones comenzó a hablar mal de ella. Algunos dicen querer saber la verdad pero se enojan cuando la ecuchan.
Un día, mientras María cuidaba a los niños de Gina, porque Gina estaba muy triste para poder atenderlos todo el día, ocurrió lo más terrible en la vida de Gina.
Alguien trabó la puerta de la casa de María y le prendió fuego, con María y los niños adentro.
La bruja no lo había visto y esta vez las llamas no le hablaban solo la rodearon ferozmente a ella y a los niños a quienes abrazó contra su cuerpo y mientras el fuego los consumía repetía unas palabras en un idioma antiguo, podría ser Latín. Los niños en cambio lloraban y gritaban.
Nadie los ayudó, todos en el pueblo miraron hacia otro lado. Por superstición o miedo a ser señalados como amigos de la bruja nadie se acercó.
Gina, que estaba recluida en su cama llena de dolor por la muerte de Marcelo, escuchó los gritos y corrió hasta la casa de su hermana, después de ver la columna de humo que salía de ella, pero llegó tarde.
Ahora los gritos salían desesperados de la garganta de Gina. Comenzó a maldecir a todo el pueblo y su furia fue tan grande que las  palabras salían solas de su boca:
-¡Malditos! ¡Ya verán! ¡Sin tengo yo algo de sangre de bruja les maldigo a cada uno de los responsables de esto! ¡Lo pagarán! ¡Lo juro!-Y después de maldecir a todos se escapó del pueblo temiendo el mismo final que el de sus seres queridos.
Sola, desdichada y destruida, trató de sobrevivir Gina. Decidió ser viajera, caminar y caminar sin rumbo fijo. La sonrisa se le había borrado por completo del rostro. Trabajaba en distintas tabernas  todos los días, solo por el plato de comida .Fue de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, sin encontrar un lugar que la hiciera quedarse, hasta que llegó a Venecia.
 Esa noche le tocó trabajar en una taberna llena de marineros. Los marineros no tenían buenos modales para con ella. Y ella los atendía de poca gana. Un marinero intentó ponerle la mano encima y Gina sin pensarlo dos veces le rompió una jarra en la cabeza.
Hubo quienes quisieron defenderla pero ya la taberna se había convertido en una batalla campal. Gina se escabulló en el tumulto y salió corriendo, pero su acosador también logró escapar de la revuelta y empezó a correrla por las calles. El paso de Gina era veloz a pesar de sus altas botas de cuero y su pesada pollera y enaguas. Tratando de huir intentó cruzar un puente pero el extremo opuesto estaba enrejado y allí el marinero la apuñaló. La sangre brotaba de su vientre y de su boca, pero Gina seguía luchando contra él para protegerse de más vejaciones. Sus tacos se clavaban profundamente en los pies del marinero y sus uñas rasgaban desesperadamente el rostro.
De pronto una nube de murciélagos se arremolinó alrededor de Gina de la cual aparecieron Camilo y Marco. Sus ropas ya eran más modernas y su forma de hablar también. Habían pasado un par de siglos cazando juntos y esa noche habían elegido a su malnacida presa, el maldito marinero.
Marco fue el primero en atacar, pero Camilo quedó hipnotizado con Gina. No podía creer tanta injusticia. Tanta belleza desperdiciada. Camilo siempre había apreciado la belleza. Además Gina le recordaba a su madre cuando era joven, hacía más de un siglo que sus padres habían fallecido de ancianos.
Mientras marco se encargaba del marinero, Camilo convirtió a Gina. Marco se sorprendió y conmociono por un momento, lo miró fijamente incrédulo, pero luego ayudó a Camilo a llevarla al palacete.
La depositaron en la cama de piedra y Camilo le colocó un almohadón detrás de la cabeza. Marco le trajo la jarra, pero no dejaba de mirarlo nerviosamente. Luego lo dejó solo y se fue con una cara de nervios que le llegaba al piso. Tenía miedo de perder a su compañero de caza. Tantos siglos de paciente espera y ahora alguien se había puesto en su camino, Gina.

martes, 28 de septiembre de 2010

Capítulo 8 "Prueba de pasión o de sangre"


Camilo ya había enviado su mensaje al gondolero, no sabía si él se animaría a ir, pero primero debía preocuparse por no levantar sospecha. Quería ir a hablar con él sin que terminase siendo un banquete de vampiros.
Ya faltaba poco tiempo para la medianoche y decidió escapar por la ventana de una de las habitaciones, pensando que a lo mejor creerían que el hambre lo hizo salir desesperado.
Fue corriendo a una velocidad inhumana, y como era de esperarse llegó antes de medianoche.
Pudo divisar como la góndola se aproximaba hasta llegar a la parte inferior del puente y la cara temerosa del gondolero, todavía escondido entre penumbras.
-No temas.-Dijo Camilo con una voz calma y saliendo un poco hacia la tenue luz.
-¡Eres tú! ¡Mis ojos no pueden creer estar viéndote de nuevo, entonces era cierto!-Dijo el gondolero.
-Sí, gracias a ti soy inmortal ahora.-Le contestó subiéndose a la góndola y sentándose frente al Gondolero.
-Camilo, todavía no puedo creerlo, no salen las palabras de mi boca.
-¿Cuál es tu nombre gondolero? Tú sabes el mío pero yo no conozco el nombre de mi salvador.
-Mi nombre es Marco, y no he podido dormir bien desde el día de tu muerte.
-Precisamente, he debido morir para obtener la eternidad.
-Es cierto, cuando te llevé en mis brazos ya no te quedaba prácticamente vida.
-Pero me salvasteis.
-Y lo volvería a hacer.
-Por qué lo habéis hecho y por qué llorabas por mí.
-¡Eras tú la paloma!-Exclamó Marco.
-Podría decirse que sí.-Contesto Camilo.
-¿Pero entonces eres una criatura extraña ahora? ¿Me harás daño, como dicen las gentes?
-A ti nunca te haría daño, tú me salvasteis y no lo haría, pero es cierto ya no soy humano.
-¿No me odias por llevarte allí no?-Preguntó Marco.
-No te odio, gracias a esto tendré la eternidad para escribir.
-He leído todos los escritos tuyos que pude rescatar, me has hecho sentir en un mundo distinto, más bello, más apreciable. Me daba mucha tristeza no poder decírtelo nunca.
-Gracias, pero debo ser humilde, hay escritores más expertos.
-Es probable, pero solo tú alegrabas mis días cuando te escuchaba recitar y por eso te dedicaba mis canciones.
-¡Pero yo creí que cantabas para las muchachas!-Dijo sorprendido Camilo.
-No, eran solo para ti.-Le contestó y le tomó el rostro en sus manos y lo besó.
Camilo se asustó, no esperaba esa reacción de parte de Marco, solo buscaba agradecerle y hacerse su amigo. Camilo se echó para atrás pero luego un calor inmenso recorrió sus venas como nunca antes había experimentado y mirando a los ojos de Marco se abalanzó sobre su yugular y lo mordió, quedando prendido de su cuello unos minutos. Ciego, embriagado, extasiado, no quería dejarlo. Pero cuando sintió que Marco se dejaba morir se horrorizó de él mismo y se separó. Inmediatamente su éxtasis se convirtió en terror.
-¡Que he hecho Dios mío! ¡Como traicionarlo así!¡No comprendo nada!-Entonces volvió a recordar la ceremonia y se cortó su muñeca con sus propios dientes  y se la puso a Marco sobre su boca para que sorbiera. Marco de a poco volvía a entrar en sí y Camilo se apresuró a llevarlo al palacete donde podría darle más sangre para calmar su furia, como lo habían hecho con él.
Golpeó las puertas y lo dejaron entrar ayudándolo a colocar a Marco en la cama de piedra y a asegurarlo como lo habían hecho con Camilo.
-¡Perdóname por favor, no quería lastimarte, no sé lo que me sucedió! Nunca te hubiese lastimado, algo muy fuerte se apoderó de mi en el instante que, bueno tú sabes cuándo. -Le decía Camilo mientras le daba sangre de beber a Marco.- ¡Por favor perdóname! Seguía repitiendo Camilo.
-¡Bueno, bueno, bueno! ¡Qué tenemos aquí! Parece que los procedimientos de alimentación de nuestra casa no fueron debidamente aclarados.-Dijo Antonio en tono interrogativo mientras entraba al salón.
-¡Fue un accidente, yo no quería lastimarlo, es una buena persona, por favor no le hagan daño!-Decía desesperadamente Camilo.
-Me sorprendes Camilo. Ayer casi que parecías tenerle asco a la sangre y hoy traes tú solo una presa y encima pretendes quedártela como trofeo de tu primera cacería.
-¡No, no es así, no pude controlarlo Antonio, por favor!-Seguía suplicando Camilo.
-Realmente creí que nunca ibas a tener el coraje de cazar tu solo, pero veo que me he equivocado. Necesitabas algo que te inspire para actuar por tu cuenta.
-¿Qué me inspire?
-Sí,  necesitabais algo que pusiera tu pasión en movimiento, tú mismo me dijisteis que jamás te habíais dejado llevar por impulsos.
-Bueno, a lo mejor es porque Marco me salvó, no lo sé.-Dijo Camilo tratando de no pensar en lo que realmente había sucedido. Mucho menos en la palabra pasión.
-Y quisierais quedártelo para ti.-Le decía Antonio sonriendo perversamente mientras Marco tomaba una copa tras otra de sangre, de las manos de Camilo. Y ayudado por los dos vampiros grandes que servían de una gran jarra de oro.
-No lo digáis de ese modo, solo quiero que se salve. El me salvó y yo se lo debo.-Le contestó muy molesto Camilo.
-De acuerdo, puedes quedártelo, es tuyo.-Dijo Antonio y se retiro riendo a carcajadas.
 Lo que no sabía Camilo era que Antonio los espiaba colgado del techo del puente como un murciélago durmiente. Por supuesto que Antonio era muy experimentado con los años que llevaba de vampiro y no iba a dejar cometer demasiados errores irreversibles, no lo iba a dejar poner en evidencia a los vampiros ante la ciudad. Pero como los vampiros se aburren con tanta eternidad a cuesta,  cada tanto,  se divierten a costas de los novatos.
Una vez tranquilizado Marco y solos los dos en el salón se pusieron a hablar.
-¡Por favor Marco perdonadme! No pude controlarme contigo. Con mis padres sí, por eso creí que me controlaría.
-Yo tampoco pude controlarme Camilo, debo pedirte perdón a ti.
-Te soltaré si me prometes que hablaremos con tranquilidad.
-Lo prometo, esta vez me controlaré.-Dijo Marco mirando directamente a los ojos de Camilo.
-De acuerdo, hablemos.-Dijo Camilo mientras soltaba a Marco de las cadenas.
-Entonces ahora soy eterno.
-Sí.
-Pasaré la eternidad a tu lado…
-¿Podemos hablar seriamente?-Le preguntó Molesto Camilo.
-Perdón, es que todavía sigo en ese momento. Y no me arrepiento-Dijo Marco.
-La cuestión es que yo no fui dueño de mis acciones en ese momento, me tomaste por sorpresa y no sé si habrá sido un impulso de asesino vampírico que soy, y que ahora también lo eres, o si fue algo más, nunca ni vivo ni muerto tuve una sensación parecida.
-Pasión.-Le aseguró Marco.
-No puedo saberlo. Yo creí que algún día sentiría esa pasión por mi amor, y además siempre pensé que sería una dama. Y estaba seguro de reconocer el amor cuando lo tuviera cerca.
-Lo sé, he leído todos tus sentimientos, pero siempre le habéis escrito al amor, nunca a una dama.
-No lo recuerdo. Pero debes comprender que estoy muy confundido. ¡Por suerte mi madre ya sabe que no me casaré y tendré hijos!
-Para estar confundido ya estas pensando demasiado. ¿Acaso ya quieres presentarme a tus padres?
-¡No! Sólo estoy pensando en voz alta e imaginando que si esto me hubiera sucedido sin ser vampiro hubiera salido corriendo y me hubiera encerrado en mi habitación sin poder mirar a mis padres a los ojos. Posiblemente no hubiera salido nunca más de mi habitación. -Dijo horrorizado Camilo.
-Yo no tengo familia, no tengo a nadie. Soy libre.-Dijo Marco.
-Ya no somos libres, debemos seguir algunas reglas y además somos presos de la sed de sangre humana. Podemos calmarla con algunos animales, pero sin sangre humana no podemos ni movernos y nos convertiríamos en estatuas vivientes, sufrientes, secas, pero eternamente conscientes.-Afirmó Camilo.
-Todo tiene un precio, supongo que este es el precio por la eternidad.-Reflexionó Marco.
-Sí, ya te enseñaré todas nuestras costumbres y reglas para pertenecer a esta casa.
-De acuerdo.
-Ahora mejor hablemos de lo sucedido.-Siguió Camilo.
-Mi beso, queréis decir…
-Sí, eso.
-Como te he dicho, no me importa haber muerto demostrándote mis sentimientos.
-¡Pero yo no quería!-Se quejó Camilo.
-Creo que no lo sabremos todavía, preferiste matarme antes de animarte a explorar tus emociones.
-Eso no es cierto, nunca quise hacerte daño.
-Pero perdisteis el control por mí.
-Sí, pero eso no quiere decir que sienta amor por ti. Amistad es lo que buscaba, lo que he encontrado no sé si pueda manejarlo, no sé si quiera.
-Tengo toda la eternidad para esperarte, no te apresures. Mientras tanto cuéntame todo sobre los vampiros.-Le dijo Marco cambiando de tema. Y se quedaron bebiendo y hablando todo el día.
Decidieron ser compañeros de cacería y acechar juntos sus presas. Por ahora era solo eso lo que Camilo estaba dispuesto a darle a Marco. Después de todo todavía no se conocían demasiado.


viernes, 24 de septiembre de 2010

Capítulo 7 "La prueba de sangre"

A Camilo no le gustaba nada eso de salir a cazar personas, ni siquiera le gustaba pescar porque no le gustaba hacer sufrir a los peces. No sabía cómo actuaría esa noche.
Esta vez no salieron con máscaras porque no pensaban ser vistos. Salieron Antonio, los dos vampiros guardianes y Camilo. Los murciélagos por delante recorriendo las veredas, patrullando, avistando.
Antonio le explicaba a Camilo que esperaban encontrar algún merecedor de la muerte, algún bribón inescrupuloso, algún malnacido, porque a Antonio tampoco le gustaban las injusticias.
Y en efecto lo encontraron. Era un hombre joven y fuerte tratando de tomar por la fuerza a una dama, en una escalera oscura que desembocaba desde la entrada de una casa, por un pasillo, hasta adentrarse en un canal.
La dama gritando y los murciélagos revoloteando. Los vampiros hicieron que comenzaran a arañar los cabellos del joven y lo distrajeron. Haciendo que se diera vuelta para ver qué era lo que lo acechaba. Entonces se vio rodeado de grandes hombres que lo miraban directamente a los ojos.
Hasta el momento Camilo seguía atónito, recién cuando los vampiros alejaron al hombre de la vista de la dama y lo atacaron con sus colmillos todos al mismo tiempo tuvo una extraña sensación. Se resistía tratando de mirar en otra dirección pero su estómago se retorcía y sus colmillos crecían, y después de luchar con sí mismo se aproximó a la presa y todos los vampiros le dieron lugar, abriéndose en un círculo a su alrededor para ver como Camilo se iniciaba tímidamente en el necesario acto de clavarle los colmillos en el cuello de la víctima y comenzar a extraer su sangre como quien sorbe una deliciosa fruta jugosa.
Una vez saciada su sed se incorporó, les dio una mirada al grupo como aceptando el hecho y se aparto para que ellos acabaran con lo que quedaba y se deshicieran del cuerpo quemándolo.
Sabía que lo había disfrutado muchísimo, pero no podía dejar de sentir culpa. Y además sabía que la próxima vez no se lo iban a servir en bandeja, tendría que aprender a atacar y acechar.
Se cuestionaba todo el tiempo y dudaba de querer vivir así por la eternidad.
Los vampiros de regreso lo palmearon en la espalda y le ofrecían brindis en su honor. Le asestaban golpes cariñosos como para ir preparándolo para lo que se venía, prácticas de lucha. Pero Camilo todavía no se aceptaba.
Todos los vampiros del grupo compadecían un poco la corta edad de Camilo y su inocencia, envidiaban lo que habían perdido, la frescura la paz de no vivir en constante violencia, pero sabían que debían prepararlo para esta nueva vida de lucha por sobrevivir en la inmortalidad.
Ya estaba por salir el sol y había sido una larga noche, Camilo sólo quería soñar y volar, ser libre nuevamente. Fue en ese momento que su mente recordó al gondolero llorando el día anterior. Camilo no soportaba el sufrimiento, y mucho menos si él lo había provocado. Hasta que tuvo una idea que no consultó con nadie. Tomo una de las palomas de la gran jaula del salón de los sueños como lo llamaban todos en el palacete, y le ató prolijamente una notita en la patita que decía así:
“No llores que sigo existiendo, y me da pena, quisiera agradeceros por salvarme y contártelo todo, os espero esta noche después de medianoche debajo del puente donde creísteis que iba a morir. Camilo.”
Luego tomo la paloma y la soltó por la ventana, se sentó en su sillón y comenzó a dominar los pensamientos de la criatura haciéndola recorrer todos los canales hasta encontrar a su salvador.
Se posó delante de él y se quedó muy quieta observándolo. El gondolero no la vio en principio, estaba leyendo. Entonces Camilo hizo que la paloma se parase sobre sus escritos y lo mirase.
Muy intrigado el gondolero la miró y luego se percató de que la paloma llevaba un rollito de papel atado con una cintita roja en su pata. Se la desató, la leyó y quedó muy asombrado.
Camilo se desconectó de su paloma y abriendo los ojos sonrió, su plan había funcionado, hasta el momento.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Capítulo 6 "Un poco de libertad"


Cerró Antonio sus ojos delante de la puerta antes de abrirla y luego hizo pasar a Camilo. En su interior había un murciélago que fue volando hacia él haciéndolo cubrirse con sus manos el rostro en un primer momento, pero frenó su vuelo delante de sus ojos y se quedó mirándolo como saludándolo, dio dos vueltas a su alrededor y salió por la puerta. Cuando quiso salir a verlo volar por los pasillos se topó con uno de los vampiros que ya había conocido en su ceremonia de transformación. Era alto y fornido, fue duro golpearse contra su torso.
-¡Era cierto entonces! ¡Los vampiros se convierten en murciélagos!-Dijo Camilo asombrado.
-¡Ha, Ha, ha! ¡Sabía que pensarías eso! Por eso te he traído aquí, para enseñarte alguno de nuestros trucos. No, Gustavo no se transformó en murciélago. ¿Recuerdas que mientras te contaba mi historia te he dicho que dominamos las mentes y podemos observar a través de sus ojos?
-Es verdad, su historia, por cierto no he tenido la oportunidad de deciros que lamento lo de su esposa e hija.
-Gracias, pero eso ahora ya no importa. He elaborado mi duelo .Volvamos a lo de los murciélagos. Como venía diciéndote, el murciélago que creíste ser un vampiro, estaba siendo manipulado por mí, como un títere, y yo te miré directamente a los ojos a través de él. Y Gustavo ya sabe el truco así que vino aquí inmediatamente.
-¡Ah! Es por eso que la gente cree que los vampiros se convierten en murciélagos. ¿Y por qué sólo usan murciélagos? Si pueden dominar hasta leones.-Preguntó inocentemente Camilo.
-¿No crees que ver merodeando a un león por Venecia levantaría sospechas o pánico? Y no usamos sólo murciélagos. Pero la gente no sospecharía de una paloma que se posa en la ventana.
-Cierto.-Afirmó Camilo.
-Las palomas son muy útiles para poder observar la ciudad durante el día, puesto que no podemos salir hasta el crepúsculo, porque el sol nos desintegraría. Pero de noche los pajarillos duermen. Y los murciélagos despiertan. De noche no es que los utilicemos para observar solamente, puesto que de noche podemos salir. Pero no debemos mostrarnos mucho porque la gente nos conocería y sospecharía. Así que enviamos primero a nuestros espías a ver si podemos movernos libremente.
Y los humanos desconfían de los murciélagos por varios motivos. El primero y el más prejuicioso, es porque los ven feos. Otro, porque a veces muerden y traen enfermedades y el último es el que los asocia con nosotros, los utilizamos para acorralar víctimas y llevarlas a algún lugar aislado donde luego aparecemos y atacamos.
-¡Qué horror!-Dijo Camilo.
-¡Otra vez con tu moral! Ya te he dicho, algunos humanos están mejor muertos y a ellos es a quienes necesitamos para alimentarnos. Mañana por la noche te enseñaré a cazar a algún malnacido. Ya está amaneciendo y conviene guardar fuerzas. Siéntate, concéntrate en esta paloma y piensa que eres ella.-Le dijo Antonio, mientras sacaba una paloma de su jaula .-¡Ahora trata de ser ella y vuela, cierra tus ojos y vuela!
-¡Vuelo! ¡Veo todo desde arriba y nos veo!  - Los deseos de Camilo de recorrer todo el palacio  y hacerlo desde las alturas le dieron una sensación de libertad inmensa. Tan libre se sentía que hizo que la paloma se colara entre las cortinas y saliera a volar sobre la ciudad. Voló hacia el amanecer y sobre toda la ciudad. Luego abrió los ojos y agradeció a Antonio por mostrarle ese poder.
La curiosidad de Camilo siempre fue grande, y ahora teniendo la posibilidad de espiar y admirar todo se sentía realmente inspirado, viajaba con los ojos cerrados y luego los abría para escribir sus relatos. Era la parte de ser  vampiro que más le atraía. Su mente voló por largas horas. Le gustó observar sus antiguos recorridos, la plaza, el puente donde escribía y leía, la casa de sus padres, sobrevolar los canales, se sentía libre como nunca.
Hasta que vio que pasaba el gondolero que lo salvó de su muerte  e hizo que su paloma se posara en la góndola para observarlo. Fue muy grande su sorpresa cuando vio que el gondolero dejó de remar y se sentó a descansar, sacando de su morral un montón de hojas atadas con un lazo rojo. ¡Eran la mayoría de sus escritos! Seguramente los que no cayeron al agua, cayeron en la góndola, pensó .
-¿Pero, por qué los ha juntado, y guardado?-Se preguntó Camilo. Seguidamente vio como el gondolero comenzaba a leer y como unas lágrimas se asomaban a sus mejillas.
Tenía ganas de hablarle pero Camilo estaba presente a través de la paloma, así que solo pudo observar y escuchar.
-¡Como el destino pudo llevarse a este talentoso poeta! ¡Cuán feliz hacía a los demás con sus palabras! Es injusto.-Dijo el gondolero y siguió leyendo los poemas.
Camilo se quedó muy consternado de ver tan triste al gondolero, además de asombrado. Nunca imaginó que además de las damas amigas suyas, había otros que  lo admiraban.
Sintió culpa. Culpa de verlo triste, porque en definitiva ese hombre había salvado su existencia.
Abrió los ojos y se puso a pensar. Tenía que encontrar el modo de encontrarse con el gondolero para que supiera que lo había salvado. Y hasta a lo mejor podría seguir mostrándole sus nuevos escritos. Mientras pensaba no se dio cuenta de que había oscurecido.
-¡Arriba Camilo! Vamos a comenzar con tu entrenamiento .Esta noche saldremos de cacería.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo 5 - ¡Al demonio con la humanidad!

De vuelta en la casa Camilo y Augusto se sentaron en la sala a compartir unas copas de vino y otras de sangre. Retomando la charla pendiente:
-¿Me contarás como fue convertirte en vampiro?
-Sí. Pero bebamos una copa más.-Y después de vaciar la copa de vino continuó.-Yo era el herrero de un pueblo en la antigua Roma. Forjaba herramientas, armas y escudos. Pero los impuestos del Emperador eran cada vez más altos y no llegaba a cubrirlos con mi trabajo. Además estaba casado y tenía una pequeña hija. Mi bella esposa se llamaba Fiorella, era más bella que las flores de primavera, hasta su perfume, era más delicioso que el de cualquier flor. Y mi hija heredó su belleza. Yo trabajaba día y noche para que no les faltara nada. Pero para los plebeyos era una época muy injusta.
Un día ya no tuve más dinero para el impuesto y cuando los cobradores del imperio quisieron cobrarme yo les suplique y les dije que juntaría el dinero. Pero cuando mi esposa y mi hija entraron por la puerta que daba a la habitación para ver lo que sucedía, a la seña de uno de los soldados el otro me aseguró de mis ropas y él se aproximó a ellas. Comenzó a mirarme cínicamente y a acariciar el cabello de mi mujer con un cuchillo que había tomado de la mesa.
-Dijisteis que no poseías más nada. Pero mentisteis .Podríais pagar en especias, si sabes a lo que me refiero…-Y siguió acariciando el cabello y el cuerpo de mi esposa y el pequeño rostro de mi niña.
-¡Tócale un cabello más a mi familia y juro que te mataré con mis propias manos!-Le grité.
-¡No sabes a quién te estáis dirigiendo de tal modo! ¡Ahora verás insignificante desperdicio!-Y entre los dos me clavaron a la mesa con mis propias herramientas. Yo gritaba de dolor y de desesperación ya imaginaba el horror que se aproximaba, pero en realidad fue peor de lo que nunca hubiese podido pensar.
El malnacido tomó a mi niña y la acercó obligándole a que me diera un beso de despedida y luego del beso la tomó de los cabellos, tapó su boca, la asfixió y la depositó en un asiento. Mientras tanto el otro soldado sujetaba de los brazos a mi mujer que no podía dejar de gritar y llorar y de insultarlos. La arrastraron entre los dos hacia la habitación y uno entró con ella, el otro se quedó de guardia en la puerta mirándome sobradoramente. Los gritos de mi esposa destrozaban mis oídos y mi alma, tenía ganas de matar a esos cerdos. ¡Pobre mi Fiorella! Sufrió más de una hora hasta que por fin le quitaron la vida de un corte en su cuello. Todavía recuerdo lo que sentí cuando me obligaron a ver su cuerpo sin vida. Toda su hermosura, sus rojizos y claros cabellos y su hermosa y blanca piel yacían en nuestro lecho sobre una enorme mancha roja de sangre que había brotado desde su cuello. ¡Quería abrazarla, besarla, despertarla! ¡Malditos! Las piernas se me doblaban de ganas de morir allí mismo. Pero me arrastraron hasta un carro y me llevaron hasta una celda. Curaron mis heridas y me vigilaron para que no me quitara la vida. Los perros me querían fuerte. Yo tenía los brazos muy fuertes de trabajar el hierro, y por tal motivo pensaron que sería un gran oponente en el Coliseo.
- ¿El coliseo Romano? ¿Donde los gladiadores debían luchar hasta la muerte con otros y con leones?- Preguntó asombrado Camilo.
-Sí, el mismo, Ese circo donde los únicos bufones se sientan en el trono y la platea.-Siguió hablando Antonio sin pausa.-Primero me sacaron a luchar con un hombre enmascarado, como me habían enmascarado a mí. Yo no quería pelear, quería morir, pero cuando el enmascarado me dijo que le habían dicho que mi mujer era una cualquiera, le di con todas mis fuerzas al mazo que me habían proporcionado y lo maté a golpes descargando toda mi furia hacia él. Los idiotas del público aplaudían a cada chorro de sangre que salía de su cuerpo y yo ciego de furia no paré hasta hacer puré sus huesos.
Después ávidos de más sangre me soltaron un león. También había un soldado que con un látigo alejaba de mí de a momentos a la bestia, porque si no hubiera sido así, me hubiera matado en un segundo, y el entretenimiento hubiera durado poco.
El soldado tan solo miraba al león y le mostraba su látigo y el eón parecía entenderlo, porque lo miraba desafiante pero obediente, y rugía como protestando. A la pobre bestia le di una buena pelea, hasta que me alcanzó un zarpazo y me dejó inconsciente.
El soldado romano me declaró muerto y todo el mundo aplaudió de pié. Le ordenó al león que se guardara y me arrastró moribundo hasta adentro. Una vez en mi celda el soldado me mordió en el cuello, me convirtió, y sin esperar ninguna reacción de mi parte, me arrojó en un sótano con algunos presos. Cerró la puerta y dejó que obrara por mi cuenta en mi transformación.
Yo sacié mi sed con esos pobres condenados. No podía pensar claramente, era pura desesperación, el soldado me seguía trayendo cuerpos y yo era como un animal carnívoro y salvaje, hasta que mi sed y mis heridas desaparecieron por completo, me calme por un momento. Comencé a llamar al soldado y entró en mi celda. Intenté luchar con él, pero sus movimientos eran precisos, rápidos e implacables. Me advirtió que no intentara hacer nada antes de escucharlo.
No sé si fue por curiosidad o su tono imperativo, pero me senté a escucharlo:
-En este momento tú no comprendes nada. Yo te he rescatado de las fauces del león porque conozco tu historia. Quién le obligó a tu oponente a hablar mal de tu esposa he sido yo.-confesó el soldado. Entonces yo me erguí súbitamente como para atacarlo cuando el soldado pidió perdón por la ofensa.
-Ha sido para que le dieras pelea, de lo contrario seguramente te hubieras dejado morir. Y yo os necesito.-dijo.
-Tú para que podríais necesitarme, yo ya siento que he muerto y que estoy en el infierno. ¿Acaso eres el demonio que viene a torturarme?-Le pregunté.
-Habéis muerto eso es cierto, y sigues en esta tierra, que a pesar de parecerte el infierno no lo es. Y es por tal motivo que necesito tu ayuda y la de otros para que esta decadencia del imperio termine de una vez por todas.-Explicó el soldado.
-Pero tú eres un instrumento del imperio.-Lo espeté.
-Trabajo aquí, pero no soy su instrumento. Estoy utilizando mi puesto para estar informado de lo que sucede dentro y tener la confianza de ellos. Pero estoy formando mi propio ejército para combatir este nido de serpientes codiciosas, injustas, avaras, y desbordadas. ¡Morirán os lo juro! ¡Es lo que merecen por todos sus pecados y bajezas!
-¿Y yo? ¿Qué pretendéis de mí?-Le pregunté.
-Entrenarte como soldado de mi ejército y enseñarte a utilizar tu nueva fuerza y poderes en contra de éstos desgraciados.-Dijo.
-¿Poderes? ¿Cuáles poderes poseo ahora?-Pregunté curioso y asombrado.
-No demasiados, pero suficientes. Por ejemplo tenemos el poder de manipular la mente humana y la de los animales. ¿Cómo crees que el león me obedece ten sencillamente sin devorarme a mí también?
-Creí que con el látigo.-Le respondí.
-El látigo es para que se lo crean ellos. No sólo dominamos mentes, si no que podemos ver a través de sus ojos si nos concentramos. Es un poder muy útil para espiar. Ya verás, te lo enseñaré todo.-Me dijo.
-De acuerdo. Dime lo que debo hacer para vengar la muerte de mi esposa y la de mi pequeña. Ya estoy harto de estos señores que utilizan a los pobres para llenar sus barrigas hasta vomitar, y los mantienen pobres porque de ese modo son todos esclavos suyos. No dudaré en ajusticiar a cada uno de ellos.-Dije yo.
-Me gusta tu ímpetu, pero debemos hacer las cosas con cautela, no debemos revelar nuestro poder. Por tal motivo lograré infiltrarte entre los soldados del emperador y te ganarás su confianza.
-De acuerdo, así será.-Terminé diciendo. Y aceptando todas las ordenes de mi conversor y maestro.
Pasaron años hasta la caída del imperio Romano, y obramos tan discretamente que ningún libro de historia habla de los vampiros que derrocaron el imperio. Además de que con su avaricia no pudieran ponerse de acuerdo, colaboramos bastante en su deterioro de poder. Adivina quien le susurró al oído a Nerón para que incendiara Roma.
-¡Pero eso es demasiado!-Dijo Camilo.
_Sí, pero yo tenía demasiado odio en mí, y era inexperto e inmaduro. Con el tiempo descubrí que la humanidad es cíclica y que la lucha entre el bien y el mal durará por siempre. Que hay humanos buenos y malos y que la lucha es diaria. Necesité siglos para comprenderlo. Tú Camilo por lo que observo necesitarás algún tiempo para dejar de ser tan ingenuo.-Dijo ofreciéndome otra copa, para mantenerme tranquilo y sin sed.
-A lo mejor lo soy, pero no quisiera dejar de serlo si eso significa odiar al mundo entero.
-Pero no puedes seguir siendo tan dócil, ya no eres un gatito, eres un león y deberás aprender a defenderte. Mañana comenzará tu entrenamiento.
-Nunca he sido de dar pelea.-Dijo Camilo reticente a convertirse en un león.
-Sí, y así has acabado, cayendo de un puente a manos de unos cobardes. Hoy fue un largo día y debes descansar, aunque ya no puedas dormir. Trata de relajar tu mente como ellos.-Dijo Antonio señalando a otros vampiros que se veían en la sala sentados con sus ojos cerrados.
-Creí que dormían.-Le dijo confuso.
-No, pero es como si soñaran despiertos. Sígueme por favor, tengo que mostrarte algo.-Le dijo a Camilo dijo mientras lo llevaba a otra habitación.

domingo, 22 de agosto de 2010

Capitulo 4 - Enmascarados



Ya se había hecho la hora. Camilo y Antonio cubrieron sus rostros,  se pusieron unas capas oscuras,  guantes en sus manos, y partieron hacia la humilde vivienda de Camilo. Era un piso sobre la zapatería de su padre.
 Cuando se aproximaron comenzaron a escuchar llorar a su madre y a su padre consolarla sin mucho logro.
Golpearon a la puerta y cuando el padre de Camilo abrió la mirilla Camilo descubrió su rostro. Inmediatamente el padre lleno de alegría abrió la puerta, los hizo pasar y después de pensar durante dos segundos comenzó a reclamarle a Camilo por haber desaparecido:
-¡Como desaparecisteis de ese modo! ¡Tu madre casi se muere de angustia y yo me hubiera muerto también si te hubieseis marchado!
-¡No estuvo en mis manos padre! Intentaba explicar Camilo.
-¡Y encima apareces vestido para el carnaval! ¡Cómo se te ocurre hacernos semejante broma! Para colmo esos muchachos, a los que la gente ha visto arrojarte  del puente…
-¿Qué con ellos padre?-Pregunto Camilo preocupado por no saber si alguien había visto algo extraño. Mientras tanto Antonio se reía de la expresión confusa de Camilo.
-¿No te habéis enterado? ¿Dónde estabais hijo mío? Toda Venecia ha visto incendiarse el barco donde habían abordado para comprar ropas nuevas.-Camilo miró a Antonio con una expresión de asombro y cuestionamiento.
Pero volvió a dirigirse a su Padre mientras tomaba la mano de su madre con su mano todavía cubierta y le acariciaba la cabeza con cariño.
-No estaba lúcido en esos momentos, el accidente del que te han hablado, donde se supondría que yo hubiera muerto realmente ocurrió.-Terminó de decir Camilo. Los rostros de sus padres reflejaban desconcierto. No comprendían que estaba queriéndoles decir Camilo.
-Pero… ¿Y tus heridas? ¡Nos han contado que vieron atravesado tu cuerpo! No comprendo.-Dijo su padre.
-¿Quién te ha sanado milagrosamente? ¿Habéis sido tu buen hombre?-Dirigiéndose la madre de Camilo a Antonio.
-Ni muy buen hombre he sido, ni he sanado a su hijo señora. Pero sí es mi persona la responsable de que en este momento puedan hablar con él.
La madre corrió a abrazar a Antonio para agradecerle y mientras tomaba impulso exclamaba:
-¡Gracias señor mío! ¡Gracias por salvarlo!-Y en cuanto lo abrazó y besó su mejilla lo rechazó de inmediato quedando muda.
-¿Qué ha sucedido mujer? ¿Por qué os has apartado así?-pregunto el padre.
-Este hombre esta frío como el hielo, y me corrió un escalofrío, parece un muerto de pie.-Seriedad había ahora en los ojos de la madre. Ojos que iban de un lado al otro, observando a ambos.
-Por favor tomad asiento que les explicaremos de que va todo esto. No es fácil de asimilar así que traten de estar preparados para escuchar lo inimaginable.
-¿Son Fantasmas?-Preguntó el padre.
-No, los fantasmas no se pueden tocar. ¿O no es así? Pero si es verdad que hemos muerto. –No terminó de decirlo que la madre de Camilo ya se había hecho la señal de la cruz.
-¿Pero entonces…que es lo que habéis venido a decirnos?-Pregunto el padre.
-Padre, Madre, sé que esto no lo podréis creer pero…soy un vampiro.
Los dos padres pegaron un salto de sus sillas y los miraron muy asustados.
-¡Pero los vampiros según las leyendas comen gente!-Exclamó la madre-¡Tú no puedes comer gente, tú no eres un asesino!-Antonio revoleaba los ojos y lo dejo a Camilo hablar solo para entretenerse con las vueltas que daría Camilo sobre el tema.
-Madre, no os preocupéis que somos vampiros de animales, los comemos crudos, pero a los animales.-Mintió piadosamente para que su madre no tuviera una imagen tan monstruosa de él.-Hemos venido a tranquilizarlos para que no siguierais buscándome. A partir de hoy no podré vivir más con ustedes, porque la gente verá que no envejezco y hará preguntas sobre el accidente. Pero creo que podré visitaros de vez en cuando. El resto de las personas deberá seguir pensando que he muerto.
-Camilo, hijo mío, me da mucha pena lo que nos ha sucedido.-Decía la madre llorando.-Yo que creía que un día te casarías y yo tendría nietos y ahora, ahora se terminó nuestra familia.-y siguió llorando. Camilo también lloraba, porque no quería desilusionar a su madre, aunque lo de los hijos no lo había pensado. Y su padre expresaba desolación.
-Por favor, no quiero ver sus vidas cambiar por lo sucedido. Yo sigo existiendo y amándolos. Y vendré siempre a visitaros de noche, pues no puedo salir al sol. Y cuidaré  de ustedes hasta el último día. Ahora viviré por siempre. Tendré tiempo para escribir, aunque no creo que pueda leer en público mis poemas. Igualmente tengo tiempo de sobra para resolver estas cuestiones.
-Bueno señores, debemos marcharnos ya.-Dijo Antonio tomando su máscara y alcanzándole a Camilo la suya.
-¡Hasta siempre madre! Y tú, padre, cuidadla mucho. Adiós.-Y se marcharon.
Ya caminando enmascarados por las calles angostas de Venecia y saltando algún que otro canal Camilo y Augusto comenzaron a conversar:
-Fue muy extraño todo lo sucedido.-Le dijo Camilo-
-Muy extraño, extremadamente extraño. Ya tenía razón tu gondolero de que sóis único.
-No comprendo.
-¿No tuviste el impulso de hincarle los colmillos a tu madre o a tu padre?
-No, solo preocupación pasaba por mi mente. El sólo hecho de pensar en mi madre muerta de susto me dejaba paralizado.
-Muy extraño. ¿Alguna vez has tenido el impulso de arrebatarle un beso a una dama, por ejemplo?
-¡No! Yo besaré sólo por amor, y todavía no lo he reconocido, cuando lo encuentre lo sabré.
-Autocontrol .Siempre parece que lo habéis tenido y parece que ahora también. Único.-Reflexionaba en voz alta Antonio.
-¿Y tú, cuando te convertisteis cómo hicisteis con tu familia?-Le preguntó Camilo a Antonio.
-Yo ya no tenía familia.-Le contestó Antonio cambiando la expresión a pura tristeza.
- ¿Quisierais contarme?
-De acuerdo, vamos a la casa y os cuento toda mi historia. Sólo porque  me habéis demostrado que eres noble y que se puede confiar en ti, te contaré mi pasado.-Y siguieron la marcha hasta el palacete brincando canales y jugando carreras a alta velocidad, total, que era muy tarde en la noche y no había un alma alrededor.